Lo que se debe y no se suele decir

lunes, 29 de mayo de 2006

Qué me quede como estoy

Sin darnos cuenta, cada vez somos más esclavos de los chismes que nos rodean. Aunque no lo creamos, nos resultaría muy difícil vivir sin esos artilugios que nos dan comodidad, entretenimiento o que nos ayudan a relacionarnos con los demás.

Nuestra adición llega a límites desconocidos para la mayoría y sólo cuando se nos priva en parte de ellos es cuando lo descubrimos. Creemos que podemos vivir sin móvil, sin internet o sin videoconsola. Algunos también creen que serían felices sin su MP3, parabólica digital u ordenador portátil.

Es probable que se pueda ser feliz sin todo eso. También es probable que haya gente menos "enganchá" pero, ¿cuántos de los que lean esto sabrían vivir sin lo antes mencionado?

De pequeño me crié en un pueblo. Recuerdo que por las tardes salíamos a jugar a la calle porque gracias a Dios no existían las videoconsolas (y las que había eran objeto de lujo que la mayoría no podíamos permitirnos). Regresábamos a la hora prevista. No era necesario un teléfono móvil para que nuestra madre nos tuviera localizados cuando jugábamos, viajábamos o íbamos de campamento. Tampoco existía el MP3 y cuando dos personas iban juntas procuraban hablar y no aislarse con sus "egoístas" a los oídos. Para expresar emociones bastaba con ver la cara del otro y no era preciso usar emoticonos. A la gente lejana se mandaban cartas, que eran más lentas que los emails pero hacía más ilusión el recibirlas. En fin... son tantas las cosas que están cambiando...

Es curioso como las empresas nos crean unas necesidades que no necesitamos de las que nos hacen esclavos a medio y largo plazo y de las que a la postre no podemos renunciar.

Para los que somos adictos a alguno de estos bienes, que nos desvinculasen de ellos sería un duro palo difícil de llevar. Para las cosas de las que aún podemos prescindir... mejor intentar que siga siendo así.